lunes, 9 de noviembre de 2015

“La voz del ruiseñor se alza sin ladearse, es tan penetrante como el canto del gallo, aunque bella y jamás vanidosa. Estaba prisionero y vino a visitarme. Estaba enfermo y vino a visitarme. No me di cuenta entonces, ahora sí.”
Tranströmer


No he pronunciado palabra en todo el día. Ni un silbido, apenas dos bostezos al despertar de la siesta. Los pájaros de la tarde comienzan la vuelta a sus nidos y se llaman para resguardarse en un canto de retirada. Puedes notarlo quitando las palabras y llenando el lenguaje. Los hombres retornan pero no cantan ni silban mientras se mueven, van en silencio como sombras entre cruzándose cada vez más lejanos. El pájaro de la noche se ha acomodado en su nido y busca calor en su compañero, su trabajo del día está hecho y sabe que alguien existe porque él canta.


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