lunes, 9 de noviembre de 2015

“La voz del ruiseñor se alza sin ladearse, es tan penetrante como el canto del gallo, aunque bella y jamás vanidosa. Estaba prisionero y vino a visitarme. Estaba enfermo y vino a visitarme. No me di cuenta entonces, ahora sí.”
Tranströmer


No he pronunciado palabra en todo el día. Ni un silbido, apenas dos bostezos al despertar de la siesta. Los pájaros de la tarde comienzan la vuelta a sus nidos y se llaman para resguardarse en un canto de retirada. Puedes notarlo quitando las palabras y llenando el lenguaje. Los hombres retornan pero no cantan ni silban mientras se mueven, van en silencio como sombras entre cruzándose cada vez más lejanos. El pájaro de la noche se ha acomodado en su nido y busca calor en su compañero, su trabajo del día está hecho y sabe que alguien existe porque él canta.


domingo, 8 de noviembre de 2015

El abatimiento detiene su curso 
La angustia detiene su curso 
El buitre frena su vuelo.
 Tomas Tranströmer



El pájaro del dolor es el que mejor madruga
Llamando al cuerpo a no bajar la guarida
Silbando en tu oído su única canción:
no me he ido, estaré aquí un largo tiempo
prepárate. 


sábado, 7 de noviembre de 2015

101 pájaros

Hay un pájaro en ti
Un pequeño zorzal
Cayendo al vacío desde
El árbol que recién comenzaba
A entender
Y aprendiendo de paso
El fratricidio
Porque hay otro
Siempre hay otro.
No somos tan distintos
Ninguno aprendió a volar
Antes de tiempo
Y al igual que tú, caído
y rescatado por un
Paraguas puesto debajo de tu
Nido, todos necesitamos
Caer para encontrarnos.
Críe cientos antes 
Rescatados desde lo que
Parecía el curso de la naturaleza
Como un niño encerrando hormigas
En burbujas transparentes al
Sol de primavera
Un destello allá en la lejana infancia.
La naturaleza no nos hizo sobrevivientes
Y tuvimos la suerte de que nos tendieran
una mano.
No te puse nombre
Nunca tuve la necesidad de los alemanes
De nombrar para encontrar la esencia.
Todo a mí alrededor
se olía se tocaba
Y al tiempo en que te salían plumas
Y yo te alimentaba pudimos encontrar
Un silencio cómplice.
Aprendimos a volar a la par
Tú desde la vieja muralla de ladrillos
Y yo desde el techo de la casa
Donde me gustaba estar sentado
Y solo oír ese silencio de ausencia
Buscando la propia voz que ya
Fluía en tu silbido. 
Nunca tuve el egoísmo de retenerte,
Ni la necesidad de mostrar a ese adulto
tranquilo a los demás o el afán
de hacer de ti otra
Cosa que no fueras: un suertudo libre

Un pájaro preparado para volar.