“La voz
del ruiseñor se alza sin ladearse, es tan penetrante como el canto del gallo,
aunque bella y jamás vanidosa. Estaba prisionero y vino a visitarme. Estaba
enfermo y vino a visitarme. No me di cuenta entonces, ahora sí.”
Tranströmer
No he pronunciado palabra en
todo el día. Ni un silbido, apenas dos bostezos al despertar de la siesta. Los pájaros de la tarde comienzan la vuelta a sus nidos y
se llaman para resguardarse en un canto de retirada. Puedes notarlo quitando las palabras y llenando el lenguaje. Los
hombres retornan pero no cantan
ni silban mientras se mueven, van en silencio como sombras entre cruzándose
cada vez más lejanos. El pájaro de la noche se ha acomodado en su nido y busca
calor en su compañero, su trabajo del día está hecho y sabe que alguien existe porque él canta.